top of page

La duda necesaria

Nos educaron para tener certezas, no para dudar. Nadie nos enseñó que dudar es necesario. Bien al contrario, nos mostraron que la duda es debilidad. Que la vida debe ser algo estable y controlado. Quizás no nos lo dijeron con estas mismas palabras, pero nos lo mostraron con cada crítica y cada halago. Sin embargo, en el fondo de ese mar de certezas aparentes, hay un mundo de dudas sin respuesta esperando a ser miradas y escuchadas ¿Cuando fue la última vez que escuchaste las tuyas?

Una vez, con quince años, sostuve durante horas una discusión con una compañera de clase. Por aquel entonces, como buena adolescente, estaba empeñada en defender mis ideas a ultranza. En esa ocasión, quería convencer a mi compañera de que, su fe en Dios, no podía sostenerse.

Insistí e insistí y, al fin, lo logré: me gané su duda. Al principio, me sentí realmente bien. Triunfante. No tardé en arrepentirme. ¿Para qué había hecho eso? ¿Qué había logrado realmente? ¿Que ella se sintiera mal? Por suerte, al día siguiente, su fe estaba recuperada. Una conversación con su profesor de religión se la había devuelto.


Ahora, tantos años después, recuperar aquella experiencia me sirve para recordar que no tenemos ningún derecho a empujar a nadie a la duda. Aprendí que el respeto por las certezas de los demás es importante. Que las creencias que elegimos como pilares de nuestra vida son legítimas. Y que están ahí cumpliendo una función crucial: permitirnos vivir día a día con cierta tranquilidad. Con confianza.


Atrevernos a sostener la duda es algo que depende de una elección personal. Es algo que requiere coraje. A nadie le apetece poner su vida patas arriba porque sí. Yo me incluyo. Sin embargo, queramos o no, la vida nos va dando pistas de que, algunas de esas certezas, reclaman una revisión. Bien porque están infundadas, bien porque nos llevan al autoengaño, o quizás, quedaron obsoletas.

Todos, o casi todos, tenemos dudas, y creo que eso es bueno. Es lo que nos permite avanzar, crecer, ser más honestos y más humildes. La duda cuestiona cosas, no para dejarnos paralizados, sino para alentarnos en la búsqueda de nuevas respuestas. Respuestas quizás más sabias, más coherentes o, sencillamente, más acertadas en este momento de nuestra vida.


Siendo adolescente quería tener todas las certezas. No una ni dos, todas. ¡Quería tener razón! Ahora, por suerte, sé que eso es una ilusión, quizás comprensible en algunos momentos, pero una ilusión al fin y al cabo. Ahora convivo con algunas certezas, pocas, y con muchas dudas. Algunas dudas son pequeñas, livianas y no me atormentan. Otras, se instalan en mi casa de vez en cuando como un visitante molesto que no sabes como sacarte de encima.


Deberíamos llevarnos mejor con nuestras dudas. Aunque parezca lo contrario, vienen a fortalecer nuestras elecciones. Deberíamos mimarlas, escucharlas, sostener con ellas conversaciones constructivas en lugar de patearlas o ignorarlas.


Algunas dudas son tan trascendentes que merecen que busquemos ayuda. Que alguien nos acompañe en el camino hasta que podamos responderlas. Otras, más livianas, podemos responderlas solos. Y en algunos casos, basta con acogerlas con cierta alegría y buscar en nuestro entorno interlocutores apropiados.


Si te detienes un momento y, escuchas, ¿Cuál es la primera duda que descubres? Una duda discreta pero insistente que lleva tiempo rondándote. Piénsalo un momento.

 

"Aprender a dudar implica distanciarse de lo dado y poner en cuestión los tópicos y prejuicios, cuestionarse lo que se ofrece como incuestionable. No para rechazarlo sin más, pues eso vuelve a ser confrontación. Sino para examinarlo, analizarlo, razonarlo y decidir qué hacer con ello. Debería ser la actitud que acompañara al uso de la libertad, pues, como dijo mejor que nadie John Stuart Mill, no es libre el que se limita a sumarse a la corriente mayoritaria, sino el que examina antes si es una corriente interesante"

Victoria Camps

Elogio de la duda

 

Puede haber muchos tipos de duda en nuestra vida. De momento, te propongo distinguir tres:


Las dudas triviales son sencillas ¿Hoy cocino pescado o un buen plato de cuchara? ¿Me pongo calcetines de los dobles para el frío o esas botas que compré para a la nieve? ¿Llamo a los amigos para ir al cine o me quedo en casa con mi familia y vemos aquella película que hemos visto cien veces pero nos encanta? Estas, creo, son fáciles.


Las dudas existenciales nos desbaratan hasta tal punto que tenemos que buscar recursos adicionales para superarlas: un terapeuta, un coach o alguien a quien consideramos mucho más sabio para que nos guíe en la ceguera que sentimos en esos momentos. ¿Tiene sentido mi vida tal y como es? ¿Debería tener hijos? ¿Este trabajo que no me aporta nada salvo un sueldo a final de mes es lo que voy a hacer el resto de mi vida?


Las dudas importantes no son tan fáciles de responder como las triviales pero tampoco nos desbaratan como las trascendentales. Las dudas importantes son aquellas que tienen un impacto significativo en nuestra vida y nos importa resolver, pero no nos generan una angustia insostenible. ¿Qué puedo hacer para llevarme mejor con mi hermano? ¿Cómo puedo tener algo de tiempo para mi? ¿Qué debería decirle a mi pareja para que comprenda lo que realmente quiero? ¿Cómo podría pedirle a mi jefe que me deje participar de ese nuevo proyecto que me entusiasma y para el que no me han propuesto?


Estas últimas, casi siempre, tienen que ver con atrevernos a hacer las cosas de una forma diferente (salir de la zona de confort) o con aprender nuevas habilidades cotidianas: comunicarnos mejor, ser más claros y precisos cuando hablamos, comprender a los demás, escuchar con más atención, etc.


Cuando fundé Tiempo de Aprender, lo hice con el propósito firme de ofrecer un espacio de aprendizaje amable, que permitiera a las personas observar esas dudas importantes. Un espacio en el que pudieran construir nuevas respuestas y, al hacerlo, ganar libertad. Y es que, una de las pocas certezas que tengo, es que el ser humano gana autonomía cuando se cuestiona y construye su propio criterio.


A estas alturas, si este artículo te ha inspirado en algo, algunas de tus certezas estarán a tu lado ahora mismo con más claridad y, algunas de tus dudas, aparecerán despiertas frente a ti. Confío en que así sea. Y confío también, en que las trates con amabilidad. Recuerda que esas dudas han venido a renovar tu anhelo por encontrar respuestas mejores.


 

Con este artículo me gustaría abrir una nueva puerta para este 2017:

Abrir la posibilidad de que, cualquier persona que haya leído estas líneas, tenga la opción de escribir sus reflexiones y sus descubrimientos y mandarlas a Tiempo de Aprender.

Escribir nos permite ordenar, ganar claridad, y distinguir lo importante. Nos permite liberar nuestra cabeza de inquietudes que se mueven en bucle.

Escríbelas y, si sientes que este buzón puede ser un buen lugar al que lanzarlas, serán bienvenidas. Tus dudas y tus búsquedas son las que dan sentido a este proyecto: elenapalma@tiempodeaprendereac.com

* Nota: La mayoría de los artículos y talleres que Tiempo de Aprender ofrece, están inspirados en las búsquedas y dudas que las personas como tu me cuentan. Tu mensaje será tratado de forma confidencial y, en algún momento, encontrarás un artículo o un taller que te invite a construir esa respuesta que buscas.

 

Entradas destacadas
Buscar por tags
Síguenos
bottom of page